EL GARDEL que no queremos conocer

Con algo del lunfardo de Minguito Tinguitela
y para comprender con el diccionario de Gobelo,
esta nota de Maximiliano (seudónimo) no tiene una sola palabra para dejar de apreciar.

Sólo para los que saben más allá de la fachada histórica que dejaron nuestros personajes -de los famosos o de los célebres- estas letras, más que para despertar el interés de los curiosos, son para enriquecer los conocimientos muertospor la falta de comunicación…



EL GARDEL que no queremos conocer
Por Maximiliano


FUENTE : Revista” NOSOTROS para todos” – año 1 –Nº 2 – 1985 – Editada y dirigida por Beatriz Zunino

El 24 de junio de 1935 –hace exactamente 50 años- cae un avión en Medellín (Colombia), escala del vuelo de Bogotá a Calí,
como es por todos conocido en el accidente muere Carlos Gardel
y sus acompañantes (menos uno).
El desastre inicia uno de los mitos “intocables” de la Argentina ,
tomándose como característica de eterno.
Desaparece el Gardel físico y en ese mismo momento
nace otro Gardel, el mítico.

Su muerte es tan misteriosa como su nacimiento, salvo que de su fallecimiento sabemos con certeza el lugar geográfico. ¿Pero dónde nació? La polémica sigue latente y cada investigador “crea” su teoría. Nosotros propones otra. ¿Nació verdaderamente Gardel? Cuando escuchamos su voz grabada con los sistemas arcaicos de la época, comenzamos a dudar de su existencia.¿Es human haber cantado como él, en ese instante con y con valorizaciones de futuro, que nos hace sentirlo presente?.

El tiempo tiene su tiempo para recordar y en la mayoría de los casos para OLVIDAD. Porque el olvido es parte del tiempo, si no fuera así, sería presente. Y Gardel sigue testarudamente presente en mentes y oídos argentinos, ¿Nació Gardel? No sabemos. ¿Murió Gardel?. Sí sabemos, porque ¡Gardel no murió!. Es parte incluyente de la Argentina y en mayor caso de Buenos Aires. Un noctámbulo tanguero de horas idas y de vinos incitan a la fácil filosofía (filosofía al fin) de bodegón en vías de extinción, de mesa de madera con huellas talladas de pasado; afirma: “Qué me venís con la segunda fundación de Buenos Aires de Juan de Garay”. “A mí batime de la tercera, la de Gardel” ¡No me parles del yoyega!” “Chamuyame del Carlitos”.

Carlos Romualdo Gardex arribó a Buenos Aires cuando fenecía el siglo asado, época inmigración masiva de “tanos” que se radicaban en la Boca , con nostalgias peninsulares
y beleidades de fundar una república Independiente, pero mamá Gardex (Doña Berta) buscó otro lugar, lejos de las canzonetas y más cerca de los “cielitos”, “triunfos” y “vidalas” que partían de las gargantas de los changarines criollos del abasto. Ahí comenzó la niñez del futuro ídolo palpando lo nuestro y estudiado en el Colegio Pio IX teniendo como compañero nada menos que a Ceferino Namuncurá. Dos jovencitos que desconocían su futuro de máximos exponentes del sentir popular. Ambos perduran en el querer de la nacionalidad. La patria no se hace con eslogans inculcados, nace, crece y… perdura en con sentimientos. Porque ella misma, la esencia es lo perdurable con vaticinios de infinito.

Gardel se va formado en ese abasto de rudos peones, con ancestrales arraigos de conocer sus limitaciones cerebrales y no el de “industrializados” inmigrantes de transplantes físicos e ideológicos que se radican en el Riachuelo y de ideas anarquistas. Ese es Gasrdel; ¿francés?., ¿uruguayo?, pero al final argentino, Gardel se hace a la vida tan cerca del Obelisco como la misma distancia que existe de este y la Boca , co la sola diferencia que entre criollos.

Hijo de una viuda, o madre soltera, es el producto lógico de la educación que da la “lleca” a pesar de los frailes que le enseñan a cantar junto a Namuncurá. El uno está para el cielo, el otro se queda acá en la Tierra , pero ambos “eternos”. En las fotos pegadas en los espejos de los colectivos, en el anverso de los almanaques de todos aquellos que no quieren rendirse frente al avance destructor de la propaganda inculcada económicamente. Gardel, Namuncurá y la Virgencita de Luján, tienen y tendrán el “altar” de sensibleras expansiones de sencilleces populares.


Gardel y la política

El, como cualquiera, debe vivir en un momento político, ¿Cuál? La ascensión al poder de la clase media y a los estratos máximos de la vida nacional. Se eleva el cantor en el
mismo momento que el radicalismo. Porque Gardel también es clase popular y, como al yrigoyenismo, porque a él también lo marean las “altas esferas” olvidándose de su sano nacimiento para insensibilizarse co lo fastuoso de los triunfos que en políticas será representado por Alvear. Sí, el Gardel del abasto, de barrio pobre (pero argentino), el de turbio prontuario policial (sin descartar su “naca” en Ushuaia), sigue la evolutiva comparza del tiempo-político. Se acomoda en los desfallecientes “conversas” cantando en los comités y prostíbulos del aristocrático Bartolomé y empieza a quedar más atrás su clase-media radical. Lejos quedó aquello de “soy del partido de todos”… “Pero vayanlo sabiendo SOY HOMBRE DE LEANDRO ALEM”. Ahora Gardel no es más Carlitos, empieza a ser Don Carlos el de la voz que canta al lado de Ruggerito, el del gatillo. Distinta música para un solo fin, el “fraude patriótico”. No piensa más en la explotación de las mujeres como “chomas”, ahora es “macro”, y sigue surgiendo con los cándidos apoyos populares. Está en la “buena” en el “cabaruti” ya no es más “punto” es suya y le juega a ganador sin perder. Se acabó el “rioba” de la “misiadura”, eso qudó atrás, los “robus” le roban la “guitarra” con bandera verde. Terminó el “mus” o el “codillo” y el “feca” fiado por el “galaico”, ahora se coea con la “crema”. Las burbujas del champagne (leerlo como se escribe) y, las “namis diqueras” de la noche porteña afrancesada, hacen ingrato el recuerdo del carlón de “ronga” en el boliche de la esquina. No existe más el abasto. Ahora el Palermo nocturno y el “trocen” de “cajetillas”, “fiolos” y “pebetas” es su mundo. Trasplantado Gardel sigue su vida en un lujo que desconcoció en su niñez, al igual que su Buenos Aires querido, ambos nacieron pobres para convertirse en nuevos ricos. Porque Gardel está de la mano de la ciudad porque es parte de ella y no puede estar ajeno a su evolución. La lujuria, lo fatuo, lo vano, se encarnan en el hijo modesto de la ciudad también modoesta. Son iguales también teniendo el obelisca do cordón umbilical. El “macró” arrabalero corta el cordón y como buen producto del deslumbrante alvearismo la Ciudad Luz en su próxima meta.Deja el disfraz de “esmoquin” que compró de “segunda” en la “cañita” para deslumbrar ala gente “chic” del “trocen” y se empilcha de gaucho como argentino “for export” para la “gilada que la chamuya en francés”. Sus éxitos so superados por más éxitos y el Gardel cantor de prostíbulos y de comités, ahora usa la “gola” para grandes escenarios. Ya no actúa delante del caudillo “pianta-votos”, los reyes son más importantes. Pero no todo ha muerto en él, todavía perdura el “macro” y así engancha a la “jovata” dueña de la fábrica de cigarrillos ingleses “Craven A”. Ella le financiará las películas de Hollywood a otro nuevo Gardel, el refinado, delgado y de jaqué. Se torna,Gardel, autor de las canciones que interpreta, gracias a la “varita mágica” del brasileño Le Pera.

Ha llegado a la cúspide y desde las alturas la perspectiva es distinta, por ello cuando es derocado el presidente Yrigoyen le dedica una “Marcha Patriótica” al triunfante general Uriburu y entonó con reiteración la panegírica “Viva la Patria ” canción que comparaba el golpe de Estado del 6 de setiembre de 1930 con el 25 de Mayo de 1810.

El mimetismo de Gardel explica por qué García Márquez nunca logró conciliar su imagen con su voz, expresando: “Nunca pude creer y no lo creo todavía, que aquel hombre de sonrisa ortopédica, vestido de etiqueta y con el pelo pavimentado, podía ser el mismo que cantaba los tangos más hermosos”.

Pero el pueblo que él olvidó, a él no lo olvida acompañándolo en su majestuoso sepelio. Así y todo, con defectos y virtudes, Gardel sigue siendo el UNICO, quizá porque dentro de casi todos los argentinos existe el espíritu de “ganador” y mirando su foto creemos que nos encontramos ante un espejo.